Sobre el abandono masivo de sus puestos de trabajo por parte de los controladores (que no huelga, porque no se puede llamar huelga) se ha hablado largo y tendido. No va ser esta entrada la que aporte nuevos datos ni se van a hacer revelaciones únicas.
Está claro que la culpa última de lo ocurrido la tienen los controladores quienes injustificablemente abandonaron sus puestos de trabajo dejando el país sin tráfico aéreo en el inicio del puente más largo del año.
Aparcando el asunto del alto sueldo que cobraba el colectivo, los controladores tenían un convenio vigente y aprobado por todas las partes interesadas. Un convenio que el Gobierno ha ido cambiando a base de decretazos. Entiendo el malestar entre los controladores aéreos, pero existen mecanismos en nuestro estado de derecho para que un trabajador se queje de su situación laboral. Podrían haber convocado una huelga legal, haber anunciado el día (o días) de paro y haber negociado con el Gobierno los servicios mínimos.
Más que el sueldo (que en el periodo de crisis en el que vivimos puede que tenga que ser revisado como el de todos los trabajadores del estado), el problema puede estar en los privilegios que tenían. Controlaban la formación, con lo cual podían abrir o cerrar el grifo de las nuevas incorporaciones a su gusto. Ellos mismos se planificaban sus horarios de trabajo, con lo cual podían apañar los horarios a su conveniencia y hacer más horas extras (con el consiguiente incremento de sus honorarios). Además trabajaban menos horas que el resto y que no vengan con eso del estrés, porque como horas extras sí que podían trabajar más tiempo del estipulado.
Las medidas adoptadas para acabar con esos privilegios parecen acertadas. Ahora trabajan un número de horas (unas 1600) más acorde al resto de los trabajadores, los horarios de trabajo se planifican convenientemente y la formación se va liberalizar. Puedo entender que los controladores estén enojados, con estas resoluciones van a perder una parte muy importante de sus ingresos. Pero con su reacción se han excedido y se han colocado en una posición muy mala para futuras negociaciones. Seguro que la situación en la que han quedado es mucho peor que en la hubiesen quedado sin las acciones cometidas este puente de la Constitución.
Otras medidas pueden ser más discutibles. Como por ejemplo que las horas de baja o de formación no computen. O como la declaración del estado de alarma y la militarización de las torres y los centros de control. Expertos en el tema están analizando la constitucionalidad de las medidas adoptadas por el Gobierno.
Llama la atención que ningún sindicato, a parte del propio del colectivo de controladores, haya salido en defensa de los estos trabajadores. Debe ser que como cobran mucho, no merecen ser defendidos por los sindicatos. La envidia es uno de los deportes nacionales y la artimaña del Gobierno de airear los sueldos de los controladores ha sido muy efectiva puesto que nadie ha tomado partido por ellos y toda la opinión pública se les ha echado encima.
¿Qué hubiese pasado si en lugar de los controladores se hubiese tratado de los maquinistas del metro de Madrid? En la última huelga ellos también paralizaron un transporte público esencial al no respetar los servicios mínimos decretados. ¿Hubiera estado todo el mundo de acuerdo en las medidas tomadas? ¿Hubiesen optado los sindicatos mayoritarios por el silencio? O ¿es que al cobrar menos los trabajadores del metro tienen más derechos laborales que los controladores?
En fin, esperemos que se adopten medidas permanentes que permitan que esto no vuelva a suceder.
Nos leemos.
1 comentarios:
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