11 diciembre 2010

¿Somos un país de deportistas tramposos?

Esta es la pregunta que muchos amantes del deporte se hacen en España (y su pongo que también en parte del extranjero).

Últimamente los escándalos de dopaje están salpicando al deporte de élite español. Muchos ciclistas han sido cazados empleando el dopaje como método para lograr mejorar sus resultados. Algo parecido ha sucedido con algunos atletas de primer nivel. Ellos también han recurrido a sustancias ilegales para alcanzar registros que no lograban por medios más morales.


Hace no muchos años la presencia de deportistas españoles en los primeros puestos de los ránquines deportivos era una excepción. Los éxitos de atletas españoles constituían más una hazaña que el resultado de una planificación deportiva. Los Santana, Ballesteros, Fernández Ochoa, etc lograron éxitos deportivos singulares no repetidos durante años y por ello fueron los ídolos de muchos españoles.

Pero últimamente que un deportista español logre alcanzar las más altas cimas en su deporte está empezando a ser algo menos extraordinario. Ahí tenemos a Nadal, Alonso o la selección española de fútbol. De obtener una solitaria medalla en alguno de los Juegos Olímpicos anteriores a Barcelona’92 hemos pasado a superar con holgura la decena de preseas en todas las últimas citas olímpicas.

Muchos pensábamos que la diferencia venía dada por la mayor prosperidad del país que hacía que ciertos ciudadanos pudiesen dedicarse exclusivamente al deporte. Por la mejor preparación de los deportistas, por la planificación, por las becas y los planes ADO y sobre todo por el afán de superación de nuestros deportistas. Pero se ha sembrado la duda de si lo conseguido se debe sólo al dopaje, a una forma de doparse sin ser detectado, con doctores dedicados exclusivamente a perfeccionar la forma de hacer trampas. De ahí la pregunta del título: ¿Somos un país de deportistas tramposos?

Me niego a creer que los éxitos del deporte español se deben al dopaje. A buen seguro que estos casos son la excepción y que la norma es que nuestros deportistas se entrenan duro cada día para mejorar. Lo que ocurre es que escándalos como la operación Puerto, el positivo de Contador en el Tour y la reciente detención de Marta Domínguez, hacen albergar muchas dudas.

El caso de Marta Domínguez es especialmente dañino. Se trata de una corredora que gozaba de la simpatía de casi todo el mundo. Con una afán de superación impresionante. Capaz de dar lo mejor de sí misma en cada cita atlética. Que luchaba por superarse cada día. Una competidora nata que siempre conseguía dar la talla aunque parecía partir en inferioridad de condiciones frente a rusas y alemanas. Seguro que muchas jóvenes atletas se miraban en el espejo de Marta, deseando emularla algún día. Ahora el espejo se ha roto, el mito se les ha caído al verla implicada en una trama de tráfico de sustancias dopantes. El daño al atletismo español puede ser tremendo.

El deporte es en muchos casos la carta de presentación de un país. Y España estaba empezando a ser reconocido por sus atletas. Mucha gente ponía a España en el mundo gracias a los éxitos de nuestros deportistas. Sino que alguien recuerde lo que se dijo que iba a suponer en términos extradeportivos la victoria de la selección en el mundial de Sudáfrica. Ahora nuestra reputación está manchada por unos deportistas tramposos y por las acusaciones de tibieza y permisividad que han recaído sobre nuestras instituciones.

Nos leemos.

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